Eran las 19.25 horas del 6 de mayo de 1937 y el gigantesco dirigible Hindenburg se aprestaba para aterrizar en Nueva Jersey, después de atravesar el Atlántico, cuando estalló en llamas.
Ante la gran demanda por viajar desde Europa a América y frente a la lentitud de los transatlánicos, Alemania potenció el uso de dirigibles que rápidamente se transformaron en la aeronave idea para el transporte de pasajeros que buscaban recorrer grandes distancias.
Las gigantescas aeronaves eran rápidas, cómodas y modernas. Elementos que, con la llegada de los nazis al poder, se transformaron en parte de la propaganda gubernamental.
Así, el Hindenburg, con una enorme esvástica en su cola, se convirtió en el mejor embajador de la “grandeza” del Tercer Reich.
La aeronave era la más moderna y grande de su especie. Tenía un largo de 245 metros y 41 de diámetro, una extensión tres veces más grande que un Airbus A380.
El desastre
El Hindenburg inició sus viajes como transporte público en marzo de 1936. Originalmente sería llenado de helio, pero un embargo del gobierno de EEUU a Alemania, obligó a los germanos a usar hidrógeno.
El 6 de mayo de 1937, el dirigible cumplía su viaje 17 a través del Atlántico y transportaba 97 personas (36 pasajeros y 61 tripulantes). Después de volar varias horas sobre la ciudad de Nueva York esperando que amainara una tormenta eléctrica, la aeronave inició las maniobras de aterrizaje. Cuando se realizaban los amarres, la cola del Hindemburg empezó a arder y la nave estalló en llamas, desastre que dejó 35 víctimas fatales.
Teorías
Dado el contexto político en que se produjo el accidente, muchos enarbolaron teorías conspirativas, que giraban en torno a sabotajes para perjudicar al régimen nazi, pero hasta el momento, lo más cercano a la verdad apunta a una fuga de hidrógeno, que escapó por la ventilación y ante las condiciones meteorológicas se generó el fuego.
Fuente: www.latercera.com
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